sábado, 4 de diciembre de 2010

TERCER EXAMEN DE TEORÍA LITERARIA II - 2010

En el capítulo 3 de El instinto de arte, su autor, Dennis Dutton, propone una serie de doce “rasgos interculturales característicos” para describir las coordenadas del arte, no en los términos de una definición, sino como una “categoría universal” de la experiencia humana. Estos doce rasgos “pretenden ofrecer una base neutra para le especulación teórica”.

El estudiante deberá analizar el primero, “Placer directo”, bajo la perspectiva de Mario Perniola y de su “Lo ya sentido”: ¿en qué sentido este pasaje es propio de una sensibilidad estética contemporánea? O, por el contrario, según su criterio, ¿este pasaje describe un componente estético realmente neutro y universal? ¿Por qué?

Para su respuesta el estudiante debe redactar un mínimo de 250 y un máximo de 400 palabras. Deberá entregarla ya redactada el día martes 7 a las 9:00 hrs o, por el contrario redactarla durante las horas de clase. A continuación, y para su análisis, el primer rasgo:

1. Placer directo. El objeto artístico –una historia narrativa, una obra de artesanía o una actuación visual o auditiva– se valora como una fuente de placer inmediato en sí mismo, y no esencialmente por su utilidad a la hora de producir algo más que sea también útil o placentero. Esta cualidad del placer de la belleza (o ‘placer estético’, tal como en ocasiones se lo da en llamar) deriva del análisis de distintas fuentes. Un color puro y profundamente saturado puede resultar agradable a la vista; captar la coherencia detallada de una historia con un argumento denso también puede ser placentero (parecido al placer de resolver un crucigrama difícil o entender una jugada de ajedrez); la forma y la técnica de una pintura paisajística pueden inducir placer, pero también pueden hacerla las montañas azuladas y nebulosas que ésta representa; las modulaciones armónicas sorpresivas y la aceleración rítmica pueden aportar un intenso placer en la música, etc. Aquí lo más importante es el hecho de que el disfrute de la belleza artística suele provenir de distintas capas de placer distinguibles entre sí que se experimentan simultáneamente o con una gran proximidad. Estas experiencias superpuestas ganan en efectividad cuando los placeres separables se relacionan de un modo coherente entre sí o interactúan; como, por ejemplo, en la forma estructural, en sus colores, en el tema de una pintura, en el motivo musical, en la acción dramática, el canto, la actuación y las escenas de una ópera. Este concepto nos resulta familiar porque lo consideramos una unidad orgánica de obras de arte, es decir, conforman una ‘unidad en la diversidad’. Este disfrute estético suele darse ‘por amor al arte’ (Este placer es estético cuando se deriva de la experiencia del arte, pero no es ajeno a otros ámbitos de la vida, como el placer del deporte y del juego, el de beber a tragos una bebida fría en un día caluroso, o de observar cómo las alondras emprenden el vuelo o las nubes de tormenta se condensan. Los seres humanos experimentan una lista indefinidamente larga de placeres directos que no son artísticos, experiencias que se disfrutan en virtud de ellas mismas. Cualquiera de estos placeres, como los típicos relacionados con el sexo, los alimentos dulces y los grasientos, se remontan a unos orígenes antiguos que han ido evolucionando aunque nosotros no seamos conscientes de ellos en nuestra experiencia inmediata).

Dutton, Dennis. El instinto de arte. Buenos Aires, Paidós, 2010; pp. 79 – 80.

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