viernes, 28 de agosto de 2009

SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA

LA POSTPOESÍA*

PorAgustín FERNÁNDEZ MALLO

[-1] ACLARACIÓN PREVIA

¿Qué es un chiste? Una narración que empieza con una estructura normal y la parte del chiste es cuando llega algo inesperado, como si apareciese oblicuamente. Y en el arte ocurre lo mismo: la parte creativa resulta cuando alguien llega con una idea que no sigue la estructura.
LILIANA PORTER, artista visual
Empecemos (por aclarar el chiste) diciendo que la Poesía Postpoética actúa por experimentación; es, en esencia, un laboratorio. Mejor dicho, dado que es una actitud, aspira a ser un laboratorio. Lo que debe construir el postpoeta son artefactos poéticos que fluyan desde y para la sociedad contemporánea. Lo que intentaremos desenmarañar en todo cuando sigue es qué tipo de artefactos son éstos, y no cómo son; o, en otras palabras, dar un marco y un paisaje lo suficientemente amplio e indetallado, pero despejado, del estado de las cosas, de las relaciones entre esa poesía que podemos denominar ortodoxa y el contexto social y cultural que la rodea y nos rodea, para poner de manifiesto determinados arcaísmos a los que, por voluntad propia, ésta se ve sometida.
[0] NÚCLEO
Lo que se va a sostener en este Núcleo es que el cambio que en todas las artes se ha producido, en la poesía contemporánea aún no se ha producido, para hacer al final una propuesta de un posible cambio de paradigma.
Podría interpretarse como la continuación, el siguiente paso lógico a la línea de paralelismos que estableció Nicanor Parra cuando asimiló la poesía que va hasta el Siglo 19 a la física newtoniana y la poesía de las vanguardias a la física relativista y cuántica de principios del Siglo 20. La nueva “ciencia postmoderna”, y en general eso que hoy damos en llamar postmodernidad tardía, no tiene aún su legítimo correlato en la poesía escrita en castellano.
Cuando los productos artísticos se entendían como una descripción más o menos veraz de la realidad del entorno, en el fondo no estaban haciendo otra cosa que seguir aquel principio determinista de la ciencia clásica (de Newton a Einstein) por el cual se asumía ya de partida la existencia de una verdad exterior al hombre la cual había cabía legítimamente perseguir. En la actualidad, tanto en las artes como en las ciencias, esta cosmovisión resulta insostenible y ha sido abandonada gracias a la irrupción de la teoría postmoderna, allá por los años 70 y 80 (Venturi, Vattimo, Derrida, Lyotard, Jameson, Deleuze, entre otros).
Y es que la ciencia, como las artes, no es el mundo, sino una representación del mundo, y como tal representación es una ficción. Creer que la ciencia describe la realidad resulta tan cándido como pensar que el mapa (una abstracción) de una región es la región.
El científico ha asumido que el modelo determinista, la verdad exterior al hombre que la ciencia debía encontrar, por utópica, es falsa: otro gran relato.
La ciencia postmoderna entiende ya que los procesos físicos no son lineales. Clásicamente, la filosofía y la ciencia constituían un saber que se levantaba sobre unos axiomas o dogmas que a su vez eran sus propios límites y, por su parte, la poesía, las artes, eran el saber que buscaba unos límites que ni poseía ni poseería jamás. Bien, todo eso ha terminado. Valgan las palabras del pensador y poeta H. M. Enxensberger, toda narración científica se fundamenta en el discurso metafórico. O las del físico Jorge Wagensberg cuando afirma que decir ciencia ficción es una redundancia porque toda ciencia es ficción.
Existe un pulso emergente, un, en estricto, nuevo espíritu que lleva a no pocos pensadores y artistas a considerar la ciencia la nueva y legítima poética del siglo que ahora comienza.
Quizá por primera vez en la Historia (si tal cosa aún existe) se da el caso de que un movimiento artístico no tenga su correlato en la poesía. El poeta se ha quedado atrás.
Lo que proponemos es una especie de regreso a un período pre-ilustrado en el que poesía y ciencia aún no estaban netamente separadas. El territorio que queda por explorar en esa línea es inmenso.
[1] POR QUÉ ANTE TODO PRAGMÁTICOS
La poesía postpoética se presenta como un “método sin método”, no como una doctrina. Más que de una nueva forma de escribir, se trata de poner en diálogo todos los elementos en juego, no sólo de la tradición poética sino de todo aquello a los que alcanzan las sociedades desarrolladas, a fin de crear nuevas metáforas verosímiles e inéditas. En la poesía postpoética el creador es un artesano y al mismo tiempo un crítico al cual cada paso lo interroga sobre qué paso será el siguiente sin restricción dogmática de ningún tipo.

Como se ve, es una forma de proceder muy alejada de la del positivista y sus reglas, así como de la del posmoderno y sus construcciones de esencial diseño, sin que por ello, fiel a su espíritu híbrido, la poesía postpoética deje de tomar elementos de ambas estéticas, u otras, cuando convenga que aporten soluciones metafóricamente idóneas. En el plano de la tradición estrictamente poética, la poesía postpoética no reniega ni de las vanguardias y sus neos, ni del clasicismo y sus neos, ni de la poesía experiencial y sus neos, ni de la mística y sus neos, sino que los utiliza o no según le convenga en la misma medida en que utiliza soluciones del ámbito científico, o del ámbito del diseño, o económicas: todo es susceptible de erigirse en metáfora con tal de que su ensamblaje resulte verosímil, es decir, metafóricamente plausible.

Por añadidura, la postpoética se desprende de ese carácter chamánico e iluminado que ostentan todas esas escuelas poéticas en relación con la posición del poeta en la sociedad: el poeta sólo es un laboratorio más, como lo es un restaurante, un taller de chapa y pintura o una agencia de viajes, que fabrica sueños verosímiles. Para el postpoeta, no hay programa ni reglas que seguir, no hay un futuro que alcanzar, no hay pasados que hipotequen el futuro ni futuros colectivos a los que llegar.

Con la postpoética, más que nunca, la poesía se hace por inducción, no por deducción.

[2] METAFÍSICA DEL CHICLE

A la poesía establecida, la ortodoxa, hace tiempo que no le llega más alimento e información que la que desde su interior le envía su propia tradición.

Hoy por hoy, ya no creemos ni en nosotros mismos, no nos tomamos en serio, tenemos la convicción de que todo producto artístico es ridículo si no lleva dentro de sí su refutación, si no articula una parodia o caricatura de sí mismo. Por ir al tópico: ¿quién se atrevería a escribir hoy, con por ejemplo, la seriedad de un Machado, la ingenuidad de un Alberti, el malditismo de una Pizarnik? ¿Cómo es posible que alguien piense que se puede emular a genios desde una época diferente a la de ellos?

La poesía tiene aún un carácter llamativamente cristiano, en tanto todas las utopías secularizadas no son sino réplicas de un modelo mucho más antiguo: la concepción misma del tiempo, lineal y evolutivo, que posee el judeo-cristianismo, doctrina que lleva a su pueblo, el pueblo de Dios, desde un origen a un destino común y salvífico.

El tiempo griego es un tiempo circular, sin principio ni fin, y su concepto de espacio es vertido en la organización espacial del templo clásico, en el cual no hay direcciones privilegiadas ni puntos singulares: mires donde mires no existe línea a seguir sobresaliente sobre cualquier otra; una casi exacta isotropía. s esta visión greco-latina, más propia de la visión postmoderna del espacio y del tiempo, la que se refleja hoy en las artes, en las ciencias, en los mass media, en la política y en el comercio, pero no en la poesía.

La poesía postpoética recoge la poesía de la diferencia la experimentación, la continua búsqueda de nuevos caminos de expresión en cuanto a las formas, como hicieran en su día los movimientos modernos de principios de siglo 20, pero no viene cargada con una visión de herramienta utópica, de progreso, de implacable avance de la historia, y sobre todo, no se consolida en una tribu encapsulada y en continua pugna contra otras corrientes poéticas.

La postpoética no se manifiesta contra la poesía del pasado; es de una gran ingenuidad, y por descontado inútil, pretender deshacerse de lo inevitable. Por el contrario, se sirve de ella cuando procede, negando un estilo propio, negando una impermeabilidad a cualquier estilo.

Hay que estar “fuera del tiempo”, como lo están ya todas las artes, la moda, la política, e incluso la propia Historia. El siempre sensato Andy Warhol –quizá uno de los pensadores más brillantes del Siglo 20– ya lo dijo en una entrevista concedida en 1963: “¿Cómo alguien puede decir que algún estilo es mejor que otro? Uno debería ser capaz de ser expresionista abstracto la próxima semana, o artista pop, o realista, sin sentir que ha renunciado a algo”.

Si para Rimbaud había que ser “absolutamente modernos”, para la postpoética hay que ser “relativamente modernos”.

Tomamos prestada la poética de Pablo García Casado por pensar que es la poética conocida hasta la fecha que más se corresponde con la idea de poesía postpoética:

Poética
Aproximaciones / posibilidades
1. Punto de vista. La posibilidad del juego de perspectivas, la debilidad de la lírica convencional, la poliédrica y disolución del yo.
2. Fusión de Géneros. La inmersión en territorios de frontera, narrativa, artículo, informe. Procedimientos no versales del poema.
3. Otros ritmos. Cadencias rítmicas no homologables con la cadencia castellana. Investigaciones en sonidos no eufónicos. Ritmo visual.
4. El poema como fragmento. Secuencia invertebrada de realidad. El arte está en la sección.
5. Exactitud. Fidelidad del dato, una fisiología del objeto comprendido en sí mismo.
6. Pensar a partir de los objetos.
7. La emoción objetiva. Posibilidad de emoción sin acudir necesariamente a estructuras dramáticas.
8. Otras palabras. Absorción de elementos propios del lenguaje técnico (publicitario, médico, forense...). Vida más allá del nenúfar.
9. Otras tradiciones. La española no es la única e irrepetible. El siglo XX en Europa y América. Vida más allá de los pirineos.
10. Amistad. O si no es posible, respeto por el otro, una amplitud de miras.

[3] CULTURA POSTLITERARIA

Es imposible estar fuera del sistema cuando éste es un sistema-mundo. Y ante esta ocupación absoluta de todos los ámbitos por la economía de mercado se constata que:
1) La creación contemporánea no emana ni emula, como sí ocurría en tiempos no muy lejanos, ámbitos privados alejados de las referencias del lector y el creador. Antes se iba de lo privado a lo público y ahora se va de lo público a lo privado.
2) La asunción de esa situación es el único mecanismo que tiene el poeta para adaptar su acción a esa coyuntura que podemos llamar ya postliteraria.
3) La nueva musa es el mercado entendido en sentido amplio. Nos guste o no, el mercado todo lo invade (artes y ciencias incluidas), todo sale de él y regresa a él. Aunque al crecer la información siempre crece el conocimiento, en términos relativos podemos decir que antes se creaba desde la escasez de información y el exceso de conocimiento; ahora desde el exceso de información y la escasez de conocimiento.
4) Comparando la poesía ortodoxa con la poesía postpoética podemos decir, abusando de la manida metáfora cuántica, que rige aquí una especie de principio de indeterminación heisenbergiano. No es posible tener totalmente definido un coprus poético (como sí cree tenerlo la poesía ortodoxa) sin destruir con ello el resto del mundo que podría ser susceptible de constituirse en poema.
5) La postpoesía trabaja, entre otras cosas, con la basura informativa, con el spam. La postpoesía utiliza esas zonas de la realidad, esas informaciones, que habitualmente estaban al margen; ese trozo de conversación, esos cinco segundos de zapping, ese mosaico de latas de conserva que es un cosmos en sí mismo.
6) Selección de diferentes citas que de una manera u otra tienen que ver con la comprensión de la poesía postpoética:
La creatividad ya no puede ir asociada a lo simbólico y lo trascendente como en el arte tradicional, ni mucho menos al oficio, la dificultad o el artificio. Sus códigos están irremediablemente agotados (Fernando Millán, Una utopía al alcance de la mano).
Todo saber lleva una construcción. Tanto en las ciencias físicas como, a fortiori, en las ciencias humanas, ya no es admisible la idea de realidad como algo dado (Ilya Prigogine, ¿Tan sólo una ilusión?).
...se debe entender el nacimiento de un arte y una poesía no “orgánica” en el sentido clásico y moderno, sino híbrida, multifacética y polifónica que procura construir un “no estilo”, o bien una gama de posibles expresiones..., no posee la llamada “voluntad de estilo” que tanto desveló a los modernos..., formula la “multimedia” de la estetización cotidiana, asumida como un “nuevo estilo” o “estilo del no estilo”, un nomadismo estético” (Carlos Fajardo, Poesía y modernidad).

La postpoesía no dice que un poema no se pueda declamar, sino que no sea la declamación la prueba última para que un poema entre en las zonas de legitimación. Conviene recordar:

1) La obra tiene que poder ser vista/leída, no incluyéndose como criterio universal que tenga que ser declamada u oída.
2) El recitador ejerce de filtro que coarta o merma un derecho fundamental: la “autoría del lector”. En lo que a poesía se refiere importan más los Derechos de Lector que los tan cacareados Derechos de Autor. Recitar un texto equivale a conculcar esos Derechos de Lector.
3) El carácter, en ocasiones, extraño a la oralidad de la postpoética la convierte en algunos casos en un artefacto imposible de recitar: la poesía postpoética no es teatro.
4) En este sentido, y sólo en éste, la poesía postpoética es a la poesía clásica lo que el cine es al teatro. En el cine, desde un punto de vista contemporáneo, tampoco importa la declamación per se, importa más lo que se dice: la versión original o los subtítulos en otro idioma tienen un sentido superfluo o anecdótico.
5) La postpoética se fundamenta en un material que puede ser visto/leído, y pocas veces contado/dicho, en consonancia con esa tercera naturaleza constituida ya hoy por las posibilidades que ofrecen los ordenadores personales.
La postmodernidad no es una época histórica como sí lo son, por ejemplo, la Edad Media, el Barroco o la Modernidad, sujetas al tiempo de la direccionalidad o a una “flecha del tiempo” rectilíneamente entrópica, sino que es otra manera de mirar, en la que la flecha de tiempo existe pero se curva sobre sí misma y es compleja, una manera que se visualiza con tal de hacer un simple cambio de sistema de referencia (de absoluto a relativo), sistema de referencia centrado en otro concepto de tiempo: el Centro de Tiempos.

[4] EXTRARRADIOS
A esta frase de Tony Smith, “Parecía que hubiese allí una realidad que nunca hubiese tenido una expresión artística”, es lo que venimos a entender como característica de toda disciplina en formación.

Entre los procedimientos postpoéticos, la deriva postpoética se presenta como una técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos: poesía, ciencia, arquitectura, economía, publicidad, etc. El concepto de deriva postpoética está ligado indisolublemente a los efectos de la naturaleza psicopoética y a la afirmación de un comportamiento lúdico-constructivo que la opone en todos los aspectos a las nociones clásicas de poesía, ciencia, arquitectura, economía, publicidad, etc.
Es común pensar que la superioridad de la alta cultura frente a la baja cultura radica en que la alta maneja modelos de más difícil comprensión, más elaborados, en contraposición a los modelos de la baja cultura, fácilmente aprensibles, simples. La postpoética propone una manera de desbordar esos modelos, esas categorías, alta/baja cultura, incluidos sus supuestos flujos y zancadillas, por medio de cierta descontextualización de ambas, o de una particular mezcla.

El arte contemporáneo ha sabido llevar a su terreno la superación de aquellos binomios “residuo vs sublimación”, “baja cultura vs alta cultura”; la poesía debería también poder hacerlo. De eso trata la postpoesía.

Lo que realmente diferencia la ciencia y la poesía no son los mecanismo internos, sino el marco epistemológico y de referencia sobre el que actúa cada cual: clásicamente, la ciencia tiende a descubrir y la poesía a crear. Bien, ya se han dado suficientes argumentos para vislumbrar que esta separación es, en sí misma, falsa: las dos crean, son representaciones, y las dos descubren, son investigadoras.

En la conjunción, mejor dicho, colisión, de estas dos características afines y simultáneamente contradictorias de la poesía y la ciencia, es donde se da un terreno suficientemente rico como para que ahí fructifique la postpoética. Sólo del estado impuro puede surgir la mutación del ADN. La zona mutante.

Cualquier intento de una poesía diferente a la establecida es rápidamente arrinconado y posteriormente clasificado como una práctica “inculta”, más propia de artes menores como la publicidad, el diseño, y en el peor de los casos como residuos del cómic, el pop, o en general de todo tipo de corrientes underground que, dicho de paso y como información para ciegos y sordos, hoy por hoy ya ni existen en sus configuraciones originales. Sólo hay que repasar los ejemplos de poesía postpoética que aquí se muestran para darse cuenta de que nada más lejos de sus intenciones que constituirse en una praxis propia de un arte menor, tanto por la complejidad y alcance poético de sus contenidos como por las formas en absoluto “incultas” que la empaquetan.

La postpoesía rompe la secuencialidad del discurso científico e introduce un elemento anómalo e imprevisto en el literario, promocionando a la poesía a un arte actual e inmerso en la irreversibilidad del tiempo que le es propio.

Toda teoría científica es falsable, nunca se puede afirmar que una teoría científica es totalmente cierta aunque sí, llegado el caso, que es totalmente falsa. Ésta es una característica casi “moral” que le ha dado a la ciencia desde siempre un aura de honradez en aras de su continua autocrítica: la ciencia es más escéptica que cínica, podríamos decir. En cambio, la poesía nunca es falsable; es el resultado de la creación de un autor, de una persona, de una sensibilidad intransferible, y una persona jamás es falsable.

La postpoética, apropiacionista por definición, utiliza la Muerte del Autor barthesiana para darle un giro de tuerca a este principio aplicándolo a la ciencia: es tan manifiesta la presencia de una no autoría en la ciencia, que me permito, como legítimo lector/autor de la misma, extraer cuantos fragmentos de una teoría científica me convengan, e interpretarlos en nuevos contextos poéticos o teórico-poéticos. Al realizar esa vampírica extracción, destruimos el carácter intrínsecamente falsacionista de ese fragmento científico del cual nos hemos apropiado. Así, ese fragmento científico, insertado en algo llamado poema, deja de estar sujeto a pruebas de falsación, es cierto per se y, de esta manera, en virtud de ella se fusionan y conviven en la postpoética los dos marcos supuestamente antagónicos que en un principio atribuíamos a ambas, poesía y ciencia.

* AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO, Postpoesía, Anagrama, Barcelona, 2009.

Primera Lectura del Seminario de Sociología de la Literatura 2009-II

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